lunes, 5 de marzo de 2007

La vida sin Molly

Sé que solo las personas que quieren mucho a sus mascotas podrán entender el dolor que siento por haber perdido a mi Molly. El viernes 2 de marzo por la noche su corazoncito dijo basta y se durmió. Obviamente yo sabía que esto podía suceder en cualquier momento y rogaba para que cuando pasara fuera de una forma rápida y sin sufrimientos para ella.




Molly era muy viejita ya, tenía 18 años y medio. Llegó a mi vida porque un vecino la encontró perdida un día de Navidad. Seguramente asustada por los cohetes. Cómo él no la podía tener y no había encontrado a sus dueños se la ofreció a mi mamá, ella lo consultó conmigo y de inmediato la quise ver... y... fue amor a primera vista. Me conquistó con su mirada y en cuanto la alcé y la tuve en mis brazos la amé. Fue casi un regalo de Reyes para mí porque vino a mi casa el 5 de enero de 1992.
Casi a los dos años de estar con nosotros apareció de casualidad la antigua dueña de Molly. Gracias a Dios, esta señora vio que la perrita estaba muy bien cuidada, y que además ya no la reconocía. Por lo tanto no quiso llevársela con ella. Asi nos enteramos que Molly tenía tres años al momento de perderse y que su nombre había sido Tutuca.


Mi querida Molly fuiste mi compañerita durante 15 años. Te amé y te seguiré amando.

2 comentarios:

Raquel Barbieri dijo...

Me quedé fría al entrar y leer esto. Lo lamento y te entiendo perfectamente porque he llorado a tres perras en mi vida, y Renata ya no es una piba tampoco.

Son las leyes de los que amamos a los perros: Sabemos que su vida es más breve que la nuestra, pero vale la pena tenerlos por el tiempo que sea.

Lo que me pone contenta es que Molly vivió hasta los 18 y medio, lo cual es mucho para un perrito que seguramente fue feliz y por eso llegó a la longevidad.

Cuando murió mi perra anterior a Renata, Claudia me regaló a esta preciosura que encontraron abandonada en una caja junto a sus hermanos.
La vida siempre se encarga de compensarnos. No es que un hijo reemplace a otro, ni un marido a otro, ni un perro a otro... pero el espacio de amor que existe dentro de nosotros y que estaba dedicado a un ser que ya no está, tiene que volver a canalizarse hacia otro ser.

Un beso,

Raquel

Claudio Ortiz Vera dijo...

Gracias, Rachel! Estaba seguro que vos serías de las que comprenden. Un besote